ANDÉN




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Estaba sola en el andén del metro aquella noche, esperaba el último convoy , el de las veintitrés trece, según ponía en un panel explicativo colgado del techo.

Enfrente, en el andén contrario, una pareja discutía, por el evidente estado etílico de una de las partes, que había fastidiado la fiesta a la otra.

Un tipo con gabardina, con las solapas levantadas y sombrero de lluvia calado, paseaba aparentemente ajeno a todo, mientras una Sra. del equipo de limpieza vaciaba las papeleras, trasladando su contenido a un carrito, que empujaba con brío y ganas de acabar la jornada.

Otra mujer, se lo miraba todo con aparente aire de desagrado, procuraba mantenerse alejada del paseante, menospreciaba  a la limpiadora con indiferencia, y recriminaba la pareja peleona con ostentación de clase.

Oyó el silbido del tren anunciando su entrada en la estación. Vio acercándose la mujer estirada, de una forma rápida y extraña, escuchó un grito sobrecogedor.

Los vagones desaparecieron, el andén quedó huérfano de ocupantes, unos papeles revoloteaban por efecto succionador del convoy, no así un sombrero y gabardina tirados sobre las vías.

Con el convoy desaparecieron la pareja molesta, la mujer altiva, el hombre misterioso y, la Sra. cansada.

Como no vio nada, nada pudo explicar a los de seguridad. A los que había llamado por el sistema de interfonos.

Perdió el último tren, le dieron las gracias por haber avisado y por su colaboración. 

Le indicaron que mucha gente pierde cosas en el metro, le acompañaron a la salida para que desalojara, pues iban a cerrar la estación.

Barcelona, febrero 2012

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